sábado, 10 de noviembre de 2012

Porque en la arena solo se te permite un deseo.

-Primero tienes que imaginar cómo era estar en la arena. Era como ser un insecto atrapado bajo un cuenco lleno de aire hirviendo. Y jungla por todas partes, jungla verde, viva y en movimiento. Un reloj gigantesco va marcando lo que te queda de vida. Cada hora significa un nuevo horror. Tienes que imaginar que en los últimos dos días han muerto dieciséis personas, algunas de ellas defendiéndote. Al ritmo que van las cosas, los últimos ocho estarán muertos cuando salga el sol. Salvo uno, el vencedor. Y tu plan es procurar no ser tú.
Una vez en la arena, el resto del mundo se vuelve muy lejano. Todas las personas y cosas que amas o te importan casi dejan de existir. El cielo rosa, los monstruos de la jungla y los tributos que quieren tu sangre se convierten en tu realidad, en la única que importa. Por muy mal que eso te haga sentir, vas a matar a otros seres humanos, porque en la arena solo se te permite un deseo, y es un deseo muy caro.

+Te cuesta la vida.

-Oh, no, te cuesta mucho más que la vida. ¿Matar a gente inocente? Te cuesta todo lo que eres.


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