viernes, 21 de junio de 2013

Renacer.

Le miré, sabía por su manera de actuar que era uno de sus días buenos, uno de los días en los que los recuerdos de un pasado que ni siquiera a mí se había atrevido a contarme se apartaban para permitirle vivir el presente y, quizás, con un poco de suerte, pensar en el futuro. Los días buenos no eran realmente "buenos", él no era del todo feliz, siempre había algo que le faltaba, un espacio en su alma que hacía ya bastante tiempo que yo había dejado de intentar rellenar. Los días malos me aterraban, él permanecía sentado en una postura tensa durante todo el día, su mirada perdida en los recuerdos. Pero las pesadillas eran lo peor, sus gritos aterrados, sus llantos por la pérdida de algo que había quebrado su alma. En esas noches yo me sentaba a su lado, su mano entre las mías y le susurraba palabras tranquilizadoras aunque yo, en el fondo, sabía que nada podía decirle ya que nunca he sabido cuál era la causa de sus males...